Enrique Queipo

Robar el fuego de los dioses estuvo sujeto al castigo, la piedra y la cadena de Prometeo estaban en su insubordinada conciencia

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Enrique Queipo

Con sus hombres tubo, sus retratos sentimentales, los juegos ópticos con engranajes y motores, las hibridaciones imposibles y las geometrías imperfectas, quería hacernos ver el final del hombre tal y como lo hemos conocido, en un futuro mecanizado y alienado de las tradiciones, completamente modernizado y renovado. La cuestión es que llegó tarde a los ordenadores por indiferencia, cuando quiso echar mano del diseño ya le cansó empezar de cero. En cada fiesta, cada noche, pero también en su vida cotidiana, se ponía al límite; vendía el alma al diablo con objeto de mantener su brillo y energía, pero el cyborg que guardaba comenzó a cobrar independencia hasta hacerle saltar desnudo de tejado en tejado. Enrique enfermó. Como otros tantos genios, pagó el precio de su luminosidad. Decía que no podía pintar, que tan solo le salían una serie de cuadros pequeños e idénticos, en diferentes tonalidades, con la escritura de la palabra que dominaba su mente: CHANGE.
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Ensayo Enrique Queipo

La Matemática imperfecta