De aquí la necesidad de volver a explicar el mundo, prescindiendo de las trampas que nos tendieron las ideologías a través de los siglos, hasta modelar a aquel chiquillo imprudente que se educó bajo la estricta mirada de clérigos en sotana durante la última etapa de la dictadura. Tantas cosas no encajaban que, al salir de allí, comencé deliberadamente un proceso de descascarillado personal que, mientras por un lado dejaba atrás sucesivas capas de artificios y convenciones, por otro abría fructíferas vías de conocimiento de esa ecúmene que tenía por delante, el territorio que hemos compartido ineludiblemente todos los hombres. Siendo la búsqueda del placer, la curiosidad enriquecedora del saber y la preocupación de vivir en el engaño, las principales características de mi personalidad, nunca busqué la especialización en un terreno específico, sino que, comprobando mi amplia necesidad de compresión y mi capacidad de disfrutar de la rica oferta de disciplinas y artes, opté por la dispersión voluntaria.